lunes, 7 de enero de 2013

Tú.

Otro día, otra historia. Parece que he probado tanto, que me he encaminado al vertiginoso viaje con dirección a ti. Sé que te conozco, no lo dudo ni un momento, y con los estragos que deja cada caricia de un amor infame es que puedo empezar a recrearte. La imagen sigue sin ser clara, pero eventualmente hará su presencia única cuando logre olvidarte. Vaya paradoja que es, pero los días en que mi percepción se ve sosegada por el peso del mundo que cae sobre mis hombros, después de un día trágico, sólo bajo estas circunstancias es que apareces desde la parte más recóndita de mi ser y me saludas. Anuncias tu presencia y me pierdo en ti; en ésa mirada febril, diáfana, que me permite adentrarme a nuestro mundo, aquel que nos espera cuando logremos encontrarnos y hagamos encajar palma contra palma, brazos contra cuerpos. Si no me he vuelto loca es porque mantengo la fé ciega en el inasequible encuentro de nosotros.

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