jueves, 10 de enero de 2013

La carta y el sentimiento.

En algún resquicio dentro de ti, en alguna grieta, olvidada, está ésa imagen..... Sí, me dije ésto frente al espejo, tratando de recobrar evidencias; pruebas irrefutables de que alguna vez existí. Pero ahí está, la figura, mi figura desvaneciéndose del recuerdo, sin cara; sin luz. Un recuerdo borroso, espejismos y una imaginación explotada. Sucumbí, sucumbí por los encantos de su género. Nunca antes se vio sentimiento tan pernicioso, febril y puro como el que le profesó. Es por esa razón que sin saber cómo, una barrera de niebla obnubiló sus añoranzas y recuerdos, la lanzó a zona segura.
.....…




Era de noche y la corriente de aire frío brutalmente avasalladora. Rebecca no entendía el porqué siendo verano hacía tanto frío; se resignó a postrarse en su silla a divagar.
Pasaron dos horas, ella seguía ahí, sin gana alguna de hacer algo. De pronto distinguió una melodía que emergió de la nada, y aquella imagen que tanto buscó tomó color. Estaba riendo, tendida en el pasto seco; a su lado hincado y de mal humor, Rogelio fumaba tabaco, hablándole de cómo habría de huir de aquella sofocante vida. Volvió a la realidad, no estaba segura de la veracidad de aquel recuerdo, y no estaba segur por qué reía habiendo tan hostil ambiente.
Llevaba mucho tiempo sin recordar la voz graviagúda de Rogelio, siempre platicándole y compartiéndole su soledad y sus sueños marchitos. Suspiró, y se soltó en un llanto incomprensible.
Habían pasado ya dos años desde que lo vio marcharse en el Ferri con dirección a una nueva vida, lejos de ella.
Fue una despedida que nunca tuvo sentido y que no habría de dolerle hasta dos meses después, cuando ella pasó junto a aquel árbol torcido que fue testigo de toda su historia juntos. En fin, pensó, mañana será un día apretado, será mejor dormir. Cerró sus ojos y se dejó dominar por una especie de sopor que la tumbó enseguida.
Era una cálida mañana de lunes, cosa extraña considerando el clima que aconteció la noche anterior. Rebecca se despertó hastiada, se estiró cuan larga era, y se fue directo a la ducha.
Ésa ducha, estrecha y vieja, le trajo recuerdos a mitad del baño. Pensó en Rogelio, con su cabello negro azabache, sonriéndole. Aquella vez ambos morían de aburrimiento, ella entró al baño a mojarse la cara, él la siguió. Y de pronto, la tomó por la cintura, la empujó a la regadera, y ella se estrelló contra la llave; rieron como locos, porque su coqueta espontaneidad siempre terminaba en un mal golpe. Sonrieron. Él abrió la llave, y aun con ropas, el agua cayó helada sobre ellos, quienes bailaban tarareando una vieja canción Elvis. Eran felices.
Atisbó tras la cortina de baño y sujetó la toalla colgada, se secó y se envolvió con ella. Caminó hacia el pequeño espejo y se examinó durante unos segundos.
¿Por qué ahora? ¿Por qué enviaste esa carta?
Los recuerdos de Rogelio emergieron desde el sábado pasado, cuando Rebecca recibió una carta que anuncia su regreso..
Siendo sinceros, ella tenía una especie de alegría y de rencor.
El último año, Rebecca no había perdido el tiempo. Comenzó un pequeño negocio; una cafetería con la cual pagaría de a poquito la casa en Abasolo que estaba en venta. Llevaba años deseándola, y por fin, por fin estaba a alcance. Tras dos meses, con el negocio andando, y con los ahorros de toda una vida fue a visitarla. Sin embargo, ella no era la única que la pretendía; alguien frustró sus anhelos, y la compró tan rápido anunciaron la venta.
Ahora su negocio no tenía mucho sentido, pero era una costumbre que le gustaba. Siempre se encontraba con rostros nuevos y antojos nocturnos.

Llegó con Fernanda puntual a su cita, almorzaron en el viejo café Sor Juana, atrás de la Catedral.
-Fernanda, ¿alguna vez has sentido que vives por vivir?
-Wow, qué cliché sonó éso, Rebe. Por supuesto que sí, pero ¿por qué me preguntas frase tan trillada?
-No lo sé, no sé si soy feliz, digo triste no soy, pero ambiciones no tengo.
-Vendrán solas, créeme, no hay necesidad de ponerse así.
- ¿Cómo que "así"?
-Sí, así,- señalando su rostro.- mírate, pones cara de mártir, a ésos cuestionamientos no hay que darles importancia, pues. Mejor pon algo en práctica. Cierra la tienda y busca algo más gratificante, que mira que éso de andar sirviéndoles a otros no tienen atractivo en ningún sentido. Vuelve a la escuela. Según me has dicho muchas veces, te arrepientes de eso, ¿qué no? Pues ocúpate en eso.
-También he pensando en eso, pero no sé por donde empezar. De todas formas tendría que trabajar, entonces debería de seguir con la cafetería.
- Sabes bien la razón por la que la compraste, pues. Inconscientemente sigues metida en una relación que murió siglos atrás, querida. Fue el lugar del comienzo, chava, pero no significa más. Reprimes todo y luego te viene a explotar a la cara y tú ni en cuenta. Sólo nosotros que te conocemos sabemos la razón.
- Tal vez sea así, pero tampoco puedo botarlo todo y huir.
- No es huir. Tienes que hacer tu vida, no revivirla sin recursos.
- Está bien, pues. De todas formas él decidió volver, no sé a qué.
- ¿Qué dices? ¿Hace cuánto lo sabes?
- Desde el sábado, mañana pasaré a recogerlo a al estación. Debería de quedarme en casa.
- Sí, quédate. O aun mejor, ve a la estación, pero ve y cómprate tú un boleto.
- ¿A dónde?
-¿Acaso importa? No lo creo. Viaja, haz algo impulsivo por amor de Dios, mujer. Sé que en Guanajuato hace buen clima en estas fechas, de ése que tanto te gusta con tu Sol refulgiendo y el viento a todo lo que da.
- Pero, ¿Cuándo volvería? Además, sola no se disfruta.
- Tonta, no serías la única ahí. La gente viene por etapas, y ahí harás a los demás tu gente. Yo ya te he dicho que cuando quiera, me voy y sin decirte adiós. No necesitamos aferrarnos. Te tienes a ti, y los demás a nosotros.
- Nunca he entendido la frialdad con la que hablas, pero la admiro. Puede que sea una idea sensata a fin de cuentas.
Después de poner ésta idea en su cabeza, Rebecca se dirigió a empacar. Contaba con suficiente dinero como para vivir holgadamente unos meses allá.
Tenía la tentación de ir al encuentro de su antiguo amor. Pero se contuvo, con todas sus fuerzas se contuvo; se sentó alejada de dónde habían acordado reunirse, pero con amplitud de vista como para distinguir su figura en las lejanías.
Pasó una hora, leyendo una novela de Jane Austen hasta que miró hacia el reloj en sus muñeca. Eran las 4, él estaría ya junto a la salida, esperándola. Ella alzó su vista y lo vio. De pronto se estremeció.
Se levantó algo torpe del asiento, recogió su maleta y se dirigió a la taquilla.
-Un boleto por favor, para Guanajuato.
- Serían $600.
-Aquí tiene.
-Bien, aquí está su cambio. Su camión sale en media hora, le recomiendo hacer revisión de sus valijas e irse acercando a la puerta 4. Que tenga un buen viaje.
-Gracias, joven. ¿Sabe dónde está la puerta cuatro ?
- Claro, hacia la izquierda y de frente. No hay pierde.
- Le agradezco.
Siguió las indicaciones y llegó a la puerta.
Su corazón latía incesante. Aspiró aire fresco y se mentalizó.

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