viernes, 7 de diciembre de 2012

Palabras.

Palabras, muchas y muchas palabras que vienen a mi mente, cuántas veces no me embelesé escuchándolas, cuántas veces no me perdí con el eco de ellas, retumbando en mi cabeza. Hoy, me vi en la vergonzosa tarea de desmentir muchas, de reaccionar y dejarlas perderse en el vacío. ¿Por qué? Hay algo en ellas que me siguen remitiendo al pasado, que lo traen de vuelta a mí,  y es triste darse cuenta de que carecen de peso, que no merecen trascender para mí, porque tantas veces las han repetido, las han usado en tantos diálogos, en tantos discursos cursis; tantas veces han sido pronunciadas por la misma boca que terminaron gastadas. Terminaron siendo diálogos bien aprendidos, bien representados; palabras bien empleadas diseñadas para las situaciones apropiadas. Palabras que denotan inteligencia, tal vez arrogancia, y que bajo la lupa, sólo demuestran cuán ruin y cruel puede llegar a ser alguien en su interminable lucha contra la soledad.  El miedo a la soledad puede llegar a controlarte, puede llegar a arrasar con todos aquellos que pasan por su camino, a crear y romper ilusiones; en pocas palabras, el miedo a la soledad puede terminar llevándote directamente a ella. 
Palabras intangibles, palabras pronunciadas por una misma boca, creadoras de ilusiones, de sentimientos, las mismas que terminan siendo un arma de doble filo, pues el éxtasis al escucharlas no dura mucho, y las cicatrices que dejan son insufribles. Terminan cambiándote, dejándote confundida, sin saber si debiste creerlas, sin saber si fueron ciertas, sin saber qué hacer ahora que no se pueden disipar de tu mente, que terminan atosigándote, y te hacen creer una ilusa, una boba. 
Ésas palabras, esas malditas palabras que nunca debieron ser pronunciadas, ni oídas; palabras que se prepararon con antelación para ser pronunciadas. Ésas malditas..

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