jueves, 20 de junio de 2013

Te amo con todo mi ser, te amo como antes no lo hacía. Ya no eres perfecto, pero eres lo que quiero; lo que necesito. Y las lágrimas no dejan de brotar, ostento tu imagen, una y mil veces.
Estaba tan segura de que había aprendido a dejarte en el pasado sin mirar atrás, pero siempre tengo ganas de hablar contigo, de contarte mis problemas, mis buenos momentos, de las bajas y de las altas. ¿Dónde estás? Lejos. Bastante lejos. Pero hay un problema aún mayor, ése que conocí, ya no eres tú. Dejaste de serlo cuando dejamos de ser. O tal vez nunca lo fuiste, pero siempre deseaba encontrarte al despertar.
Es lo que más me molesta, estoy enamorada de aquella corta película de imágenes, de unos cortos siete meses. Fue funesto el día que decidiste sentarte a platicar, bueno, no directamente conmigo, porque me di cuenta cuán distintos ya somos. Bueno, pude dejar de enloquecer de celos, pero me invade una horrible tristeza, un bajón de energía, una maldita resignación que me lleva a un callejón sin salida, y la verdad, no sé si estoy más triste porque atesore tu recuerdo, o porque yo ya ni formo parte de los tuyos.
Presumo que te alejé de mí, porque conscientemente siempre lo hice, tenía miedo de que cuando me conocieras de verdad te decepcionaras y te dieras cuenta que hasta solo estarías mejor. Me perdí la oportunidad de saber si abriendome contigo, te quedarías.

No hay comentarios:

Publicar un comentario